lunes, 30 de mayo de 2011

LITERATURA... NAVAJERA (y II)

Montero Glez da la impresión de ser un personaje particular, al igual que sus novelas. Me gusta su estilo literario. Me gustan sus formas y sus fondos expresados en público, que es de lo que puedo hablar. En ocasiones podría parecer que se ha construido un personaje a su medida: maldito, conocedor de los bajos fondos, con una lengua afilada para degollar a sus impostados contrincantes y con el olor a ‘lumpen’ que solo otorgan las más distinguidas tabernas y lugares de ‘mal vivir’.

Pero todo esto me da igual. Podría afirmar y afirmo que creo en Montero Glez porque he disfrutado de sus novelas, porque me he dejado llevar por su literatura canalla.
Dejando a parte las profesiones de fe, de este autor se puede decir que desarrolla historias de una manera cruda, sincera, rascando en partes incómodas de la sociedad. Es duro y cercano en sus exposiciones. Es un orfebre que moldea retratos a ‘chaira’.


Pistola y Cuchillo es su última novela y José Monge Cruz, Camarón, su protagonista, días antes de su muerte. Este relato de ficción con hondas raíces biográficas, poco tópicas, recorre la figura del cantaor gaditano, llena de sueños y verdades. El arte flamenco, con sus figuras y sus pesares, inunda cada página de un libro atípico, que nos sienta en una de las mesas de la Venta de Vargas para degustar el cante, un whisky o una tortilla de camarones.

Esta obra tal vez sea un libro más ‘moderado’, si este adjetivo vale para calificar de un modo positivo, que los anteriores: Pólvora Negra o Manteca Colorá. En estos, la hoja afilada de la descripción y el tratamiento de los personajes y de los temas se construyen ‘a sangre’. Pero tanto uno como los otros han sido paridos por la pluma que los empuña y cada texto, con sus particularidades, pertenecen al estilo singular y pendenciero del que han calificado como ‘el navajero de la literatura’

A.P.P.

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